Muchas veces se ha dicho que la vida es un sueño, y no
puedo desechar de mí esta idea. Cuando considero los
estrechos límites en que están encerradas las facultades
intelectuales del hombre; cuando veo que la meta de
nuestros esfuerzos estriba en satisfacer nuestras
necesidades, que éstas sólo tienden a prolongar una
existencia efímera; que toda nuestra tranquilidad sobre
ciertos puntos de nuestras investigaciones no es otra cosa
que una resignación meditabunda, y que nos entretenemos
en bosquejar deslumbradoras perspectivas y figuras
abigarradas en los muros que nos aprisionan; todo esto,
Guillermo, me hace enmudecer. Me reconcentro en mí
mismo y hallo un mundo dentro de mí; pero un mundo
más poblado de presentimientos y de deseos sin formular,
que de realidades y de fuerzas vivas.
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