He hecho conocimientos de todos géneros, aunque sin
formar sociedad con nadie. Algún atractivo, que no me
doy cuenta, debo de tener para muchas personas que
espontáneamente se me acercan con deseos de intimar;
por mi parte, siento el separarme de ellas cuando sólo un
breve rato seguimos el mismo camino. Si me preguntas
cómo es la gente de este país, te diré: «Como la de todos.»
La raza humana es igual en todas partes. La inmensa
mayoría emplea casi todo su tiempo en trabajar para vivir,
y le abruma de tal modo la poca libertad de que goza, que
pone de su parte cuanto puede para perderla. ¡Oh destino
de los mortales!
Por lo demás, la gente es buena. Si algunas veces me
entrego con ella a placeres que aún quedan a los hombres,
como son el charlar alegre, franca y cordialmente en torno
a una mesa bien servida, organizar una expedición al
campo, un baile u otra diversión cualquiera, me encuentro
en mi elemento, con tal que no se me ocurra entonces la
idea de que hay en mí otra porción de facultades que
debo ocultar cuidadosamente, por más que se enmohezcan
no ejercitándolas. ¡Ah!, esto desgarra el corazón, pero el
hombre nace para morir sin que le hayan conocido.
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